Texto Narrativo





El poder oculto


Hace algún tiempo,  en el interior de un espeso bosque, en el reino de Alea Jacta, se encontraba Luna, sentada sobre el prado, observando a lo lejos como solía hacer en esas tardes en las que miles de pensamientos invadían su mente y no la dejaban descansar. Le gustaba el aroma de los arboles, del aire tibio que soplaba trayendo a ella recuerdos de tiempos en los que su única preocupación era escuchar hermosas historias contadas por su abuelo, caminar bajo la lluvia sin ninguna prisa, escuchar los dulces acordes provenientes de lugares lejanos, saboreando los agridulces tréboles que ahí crecían y que resultaba ser un extraño gusto ante los ojos de los demás, como muchos otros que tenía. 

Pero nada le gustaba más, como escapar de todo, hacia un lugar que solo ella conocía. Lo descubrió una tarde, cuando aún era una niña, un día en el que sus padres habían marchado a una de sus tantas batallas. Se encontró en un camino por el que jamás había transitado. Como estaba aburrida, decidió seguirlo, a pesar de los consejos que siempre le daba su madre acerca de no tomar caminos desconocidos, pues corría el riesgo de encontrarse con entidades nada agradables, como espíritus del bosque, o algún animal salvaje. Luego de caminar no pocos pasos, se encontró al otro lado… aquel lugar prohibido, en realidad aquel camino era un puente hacia un mundo paralelo, el cual muchos trataban de evadir, ya que tenía el poder de atrapar a quien quisiera permanecer mucho tiempo en el. Era un sitio especial, un mundo cálido, bello, acogedor, un mundo lleno de los más extraños colores, donde nada era imposible, un lugar donde no existía la tristeza, la decepción, ni el dolor. Se sumergió en el, olvidándose del tiempo y el espacio, se dejó llevar por los más dulces aromas, por la cálida brisa que rozaba sus mejillas, por ese sentimiento que la hacía vibrar en armonía con todo: ella hacia parte de ese mundo, ese mundo latía dentro de sí, ella era el mundo entero... pero recordó que debía regresar, ya que si sus padres no la encontraban en casa, podrían pensar lo peor, ya que no solía ausentarse tanto tiempo. 

Luna continuó frecuentando el lugar, cada vez que le era posible. Iba creciendo poco a poco, aprendiendo a luchar, aunque por lo general las batallas en las que luchaba eran contra enemigos muy fáciles de vencer, y nunca representaron un verdadero reto para ella. Creía que era invencible… que equivocada estaba.

Un oscuro día, mientras caminaba por el bosque en busca de algunas frutas, se encontró de frente con unos fríos y penetrantes ojos, llenos de ironía de maldad. Al principio se asustó, y cuando intentó huir, la sujetó del brazo firmemente pero sin lastimarla. Le sonrió y sin dejar de observarla, se disculpó por haber alterado su tranquilidad. Se ofreció a acompañarla y, aunque le temía, algo le atraía de aquel extraño y lúgubre ser. Era Klaus, el príncipe del oscuro reino vecino de Glaubt.

Con el pasar del tiempo, se hicieron buenos amigos. Luna se fue olvidando de sus responsabilidades, de sus sueños, de todo aquello que le rodeaba. Compartía su tiempo con él y algunos de sus amigos, seres igual de siniestros, sin saber, que su próxima y más cruel batalla sería contra los que equivocadamente llamaba “aliados”

Una tarde, se disponía como acostumbraba, a tomar ese camino que nunca olvidaba y la llevaba a ese mágico lugar,  el cual curaba sus heridas, cuando se vio rodeada por esos seres, a los cuales por fin pudo ver como lo que realmente eran: demonios. Sacó su espada y empezó a luchar desesperadamente contra ellos, quienes la atacaban sin tregua, y a pesar de sus muchos esfuerzos, no lograba hacerles daño alguno. De repente, agotada y con el corazón abatido, se desmayó. Aquellos siniestros seres se la llevaron, sin dejar rastro. 

Cuando por fin pudo despertar, se encontraba casi a oscuras, en un lugar desierto, árido y sin vida, atada a un tronco. Así estuvo durante varios días, alimentándose únicamente de agua y trozos de pan que sus captores le alcanzaban de vez en cuando. Negros sentimientos se apoderaron de ella, su mirada al igual que su piel perdieron el brillo y la juventud, sus labios palidecieron reflejando en su rostro sombrío tristeza y desolación. Pasaba los días llorando, añorando regresar a su hogar, caminar por los verdes prados, respirar el aire puro y dulce de su tierra, escuchar las risas y los relatos de los seres que amaba. La vida perdía sentido  en ese lugar, un lugar que le era muy familiar, pues era el lado oscuro de aquel mundo fantástico que solía ser su refugio. 

Una noche, se encontraba sola, y sentía que la vida abandonaba poco a poco su cuerpo. Se sentía derrotada, pues moriría sin haber cumplido sus sueños, sin decir cuánto amaba a sus familiares. De repente, sintió una fuerte vibración, de los pies a la cabeza. Una tenue luz empezó a brotar desde su ombligo, del cual surgió un raro y luminoso objeto. Era una extraña rosa de cristal, hermosa como ninguna, cálida y suave, pero al mismo tiempo fuerte y resistente como un diamante. Su luz se intensificaba cada vez más, inundando de color y vida aquel triste y vacío lugar. Los oscuros seres se percataron de ella e intentaron arrebatársela, pero lo único que consiguieron fue ser enceguecidos y debilitados por este extraño poder. Enseguida, viéndose derrotados, huyeron rápidamente, pues no podían hacer nada ante tal fuerza.

Viéndose libre, bañada de luz y colores, feliz, radiante, sentía que había vuelto a nacer. Corrió como nunca antes lo había hecho y regresó a su hogar, junto a aquellos que amaba. Con aquel nuevo poder de su lado, ahora veía el mundo de manera distinta, sabía que podía lograr todo aquello que deseara, mientras fueran nobles sus intenciones, y también sabía que sus enemigos siempre estarían acechándola, que nuevas batallas tendría que librar, pero con la certeza que tendría la fuerza suficiente para enfrentarlas, que el miedo, su más poderoso enemigo, no podría vencerla, y que ya nunca más estaría sola, pues no volvería a alejarse jamás de sus fieles compañeros de batalla, pues siempre estaría unida a ellos por el amor, la lealtad y la cooperación.

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