Al viento arrojé todo aquello que me ataba,
aquello que mi pecho oprimía,
aquel sentimiento que inundaba mi corazón,
que desbordaba en mis ojos como torrencial lluvia.
Traduje en palabras eso que enredaba mi mente,
aquel recuerdo que quedó anclado en mi memoria,
la confusión que sembré en mi ser,
la entregué al viento y solo perduran algunos vestigios.
Sólamente guardaré la imagen del hermoso brillo que me deslumbró,
el cual como estrella fugaz se desvaneció,
dejando en su lugar la melancolía,
de aquello que jamás se podrá llegar a poseer.
El viento, al tu partir, me acarició,
y a él le entregué ese sentimiento,
le pedí que se lo llevara muy lejos,
donde nunca más llegara a lastimarme.
Él, con un calido beso me respondió,
tomó rápidamente mis palabras,
dejando en mi corazón una calida sensación de paz,
y mi alma colmada de ganas de vivir.